Sunday, August 22, 2010

Deja que cante una canción para tí

Escucho a Buckley -padre- y miro la pantalla de mi ordenador con los ojos cansados de pensar y ver sólo en tonos oscuros.

En Barcelona todo se magnifica. Ya sea algo material o etéreo; si pisas un charco parece que hayas metido el pié en un océano. Si lloras parece que la ciudad llora contigo, y si amas, lo harás multiplicado por cien.

El porqué, nadie lo sabe. Podemos intuir que es por el olor a sal que a veces baña las calles del Born, Riera, Barceloneta y hasta Gòtic o Raval. Podemos pensar que es por la amalgama de caos que se cuece en sus calles. Probad de ir en motocicleta una tarde entre semana y lo entenderéis. O probad de ir en bici, o hasta intentad cruzar la Diagonal a pie.

Sólo sentiréis caos. Un dulce lío que arrastra al menos pintado, que enloquece de vida a la persona con la mente más cuadrada que podáis conocer.

Sigo escuchando a Buckley. No hay nada mejor a hacer un domingo por la tarde.